jueves, 19 de septiembre de 2013

Reporte de vuelo New York-Miami


 Tuve una de las semanas más vertiginosas de mi vida. Tal vez sólo comparables a mi bien recordado viaje de egresados, tal vez sin tanto torrente etílico corriendo por delante de mis ojos (y por el interior de mi garganta). Pero todo lo que comienza, de algún modo u otro tiene que acabar. Un buen amigo que conocí en el hostel,vino a buscarme junto a otros muchachos para salir a recorrer el sur de la isla. Mi intención era pasar la última mañana que me quedaba en el hostel, relajado y leyendo algo. Cuando le comenté mi idea, su cara se desfiguró y me hizo entender que era un imbécil. ¡Y cuánta razón tenía! Con nada de esfuerzo, logró torcer mi idea inicial.

Esta entrada de mi blog es la reseña del último paseo que hice por Nueva York:

http://ggerrtner.blogspot.com.ar/2013/09/no-todo-tiempo-pasado-fue-mejor-high.html


Como estaba en el High Line Park (si leyeron mi último post, sabrán a qué zona de la ciudad me refiero, y sino TAREA PARA CASA), tenía que volver hacia el hostel para retirar mi equipaje, esto es, en el Upper West Side.
Me tomó tan solo media hora viajar desde el sur de la ciudad hasta la zona noroeste. Es destacable la red de subterráneos que han armado: salen todos los trenes con regularidad, son limpios, están en buen estado y, tal vez lo más importante, tienen aire acondicionado. Una vez en el hostel (Hosteling International NY - gran lugar, muy recomendable por su precio y calidad-) no tuve más que retirar mi equipaje e intentar borrar de mi cara la expresión tristona. Una vez en el subte, me dí cuenta que me estaba alejando del lugar que había sido más que un hospedaje, había sido mi hogar, donde conocí gente genial. Esas personas que te da placer agregar a Facebook, por ejemplo.

 Gracias a Dios, en el subte tuve una sorpresa que me arrancó una gran sonrisa. Al vagón en que yo viajaba, se subió un trío conformado por un muchacho que tocaba la guitarra eléctrica, otro un redoblante con brushes y un moreno que tenía una voz maravillosa. Entre ellos, tocaron la canción"Build me up buttercup". Maravilloso. Me sonreí toda la canción, se me llenó el alma - aclaro que me encanta el arte callejero, apoyo mucho el talento suelto-. 

 Por si no conocen el tema del que hablo...


 Al llegar a Penn Station, realicé una combinación rápida que en cuestión de minutos me permitió estar a bordo del tren que me llevaría a Jamaica Station. Como no estaba muy seguro de haberme subido al tren correcto, comencé a mirar a mi alrededor con cierta desconfianza. Miré con poco disimulo la etiqueta del equipaje de una señora que estaba sentada frente a mi. Decía "London". Bue, no estaba tan errado. 
Como esta vez el día estaba soleado, aproveché para tomar la última instantánea mental del skyline neoyorquino, con sus rascacielos, casas bajas en los suburbios, locales de comida rápida por doquier y carteles al estilo "EL ENVÍO MÁS BARATO A LATINOAMÉRICA". Ya no sentía tanta tristeza por partir, ese sentimiento se había transformado en el punto de partida para acumular ganas de volver. Y mientras escribo este reporte, puedo asegurar que las acciones de este sentimiento están en franco ascenso. 

Al llegar a Jamaica Station, combiné con el AirTrain. Tomé dimensión que estaba llegando a uno de los aeropuertos más importantes del mundo al estar a cientos metros de las terminales y ya poder ver pistas, hangares y aviones estacionados. Nuevamente ese sentimiento. Ustedes saben...
Al llegar a la terminal 8, no tuve más que seguir a un TCP de AA, que según escuché, su próximo vuelo era a Madrid. Tuvo la amabilidad de desearle una buena estadía a su par femenino, que se dirigía a Los Ángeles. 

Tengo la manía de apenas llego al aeropuerto, verificar que mi vuelo se halle en horario. Es por eso que me dediqué a rastrear mi vuelo en las pantallas del aeropuerto JFK. Vuelo 221 de American Airlines, con destino a Miami Intl., sale a las 17:25 y llega a las 20:45. O al menos eso decía.

Antes de hacer el check in, me dirigí a una tiendita en la que compré un candado para mi valija por la módica suma (¿?) de u$s 5. En el proceso de retirar mi equipaje, ya estando en Miami, observé que mucha gente no usa candado en los vuelos domésticos, cosa que a mi me llamó mucho la atención, porque si bien no creo que en Estados Unidos existan las mafias que operan con el equipaje en los aeropuertos, no puedo negar que la ocasión hace al ladrón, y ante el caso lo mejor es estar prevenido. Por las dudas, poniendo estaba la gansa.

Tengo que decir a favor de American que la atención al viajero que da vueltas por la terminal con cara de perdido es muy buena. Hay varios grupos de empleados de la compañía, fácilmente identificables por su llamativo blazer rojo que ante el El check in, como casi todas las veces que lo hice volando por American, lo pude hacer al estilo self check in. Esto es, en mi lenguaje propio, "vos te acercás a la pantalla, seleccionas español y ponés cara de no entender nada. Alguien se acerca y listo el pollo." Efectivamente, así fue. Luego de haber hecho mi planeada mímica frente a la pantalla touch delcheck-in, se me acercó un empleado y con mucha amabilidad me ayudó a hacer el trámite. En realidad, no es que no tenía idea, pero la forma en que se debe pasar el pasaporte por la ranura roza lo artístico, debe ser un movimiento con swing. Con style. Quiero que algún experimentado viajero se tome el atrevimiento de disentir con mi observación.  

 La inspección de seguridad fue sin sobresaltos. Esperé que durante 5 minutos y al llegar mi turno, haciendo uso de un marcado acento latino, la inspectora de seguridad me pidió que saque todo el contenido de mis bolsillos, cinto, zapatos. Eso si, la dignidad podía dejarmela puesta. Pasé por el scan de seguridad y retiré mis pertinencias nuevamente. A todo esto, ya eran como las 15:30. No les voy a mentir, tenía más hambre que el Chavo del 8.

 Caminar, caminar y caminar. Ese era mi destino. El tramo hasta la zona donde se encontraba mi puerta de embarque -43-, me resultó largo. Antes de cruzar por debajo de la plataforma, pasé a dar un vistazo a los aviones que había en ese momento. Territorio American Airlines. Aviones grandes, medianos y pequeños. Todos los livery que conocemos: desde la flecha plateada hasta el nuevo, pasando por los retro y unos cuantos Embraer que operan para American Eagle. La terminal 8 está totalmente hegemonizada por la alianza One World, es por eso que al cruzar hacia el otro lado de la terminal, pude ver un A340 de Finnair, siendo remolcado a la puerta que le habían asignado.
 El JFK me resultó muy simpático. Es muy limpio, bien señalizado y la música funcional nos traslada a Manhattan, aún estando casi a 30 km. de ella. 

 Si, no daba más del hambre. No quería caer en el recurso barato, no quería comer en los arcos dorados. Afortunadamente, no había formado parte de mi menú a lo largo de la semana y no quería cortar la racha. No es que no me guste, pero cuando tengo la chance de elegir algo distinto, ahí voy. Es por eso que, luego de haber recorrido la zona de la terminal en la que estaba estipulada la salida de mi vuelo, me decidí por Brookyln National Deli. Interesante.
 Elegí un sandwich de pollo, cheddar y jalapeño. Papas horneadas y una Coca Cola. Todo por u$s 12. Me pareció un buen precio, considerando el tamaño de las porciones y el buen sabor de la comida. Con el sandwich hubiese bastado, pero como tengo alma de gordito (creo que no es necesario que explique esa patología) decidí pedir un acompañamiento.
 Almorcé mirando la plataforma. Aviones que se van, aviones que llegan. Aviones quietos, aviones en movimiento. ¡Qué placer! Y pensar que hay gente que se mete dentro de los restaurantes del aeropuerto y se pierde ver eso. ¡Qué pecado!  Perdónalos Señor, no saben lo que hacen... 

No me había dado cuenta y faltaba media hora para partir. Caminé un rato para bajar el almuerzo y volví a la puerta 43. Como bien comentó SirChandler en uno de sus post, la gente tiene la manía de hacer la cola cuando no es necesario. Es por eso que antes de las 16:55 ya había una larga fila de viajeros ansiosos por meterse en el 757-200 que operaría esta tarde. La manía no es solo argentina, es también brasileña. Fue ahí donde me dí cuenta que el vuelo en el que embarcaría no finalizaría en Miami, sino que seguiría a Recife, capital del estado de Pernambuco. Si, en el país tropical.

 Cuando vi que mucha gente se había metido en el avión, me decidí a embarcar. Scaneo de boarding pass, sonrisa cortés y a la manga. De nuevo los pasos que resuenan. Al llegar a la puerta del avión, un empleado de la compañía estaba tomando los equipajes de mano que eran demasiado grandes y ofreciendo cargarlos en la bodega. Una señora con múltiples equipajes (e hijos) estaba totalmente negada a entregar alguno de sus bultos. Esto sacó de quicio al empleado. Finalmente, la señora tuvo que acceder. No, no mandó a ningún hijo a la bodega. Golpecito al fusejaje y de nuevo los pies dentro de un avión. Gracias pá.  

 Era la primera vez que me subía a un 757. Este en particular, a pesar de ser viejito estaba en buen estado. Esta tarde, el vuelo saldría lleno. Cabe destacar que, desde el aeropuerto Kennedy, hay 6 vuelos directos diarios a Miami. A eso debemos sumarle los que salen del aeropuerto de LaGuardia. El pitchme pareció bueno. Traté de ponerme en la piel de los pasajeros que viajarían hasta Brasil y mi evaluación del espacio entre piernas, nuevamente, fue positiva. El asiento 21A me esperó con las ya mencionadas revistas American Way y Nexos. El entretenimiento a bordo también constaría de algunos capítulos en las pantallas colocadas en el techo del avión. Diversión (¿?) para todos y todas.

 Pese a haber finalizado el embarque, el avión no salía. El capitán comunicó que una falla nos demoraría un rato. Y bueno, auriculares, ojitos cerrados y a esperar. El sol daba contra la ventanilla y, a pesar que disfruto observar la plataforma, decidí bajar el cover porque con la leve ventilación del avión no alcanzaba para mantenerme fresco. El vuelo que tenía previsto partir a las 17:25 no lo hizo hasta las 18:30. Es por eso que cuando el capitán comentó que ya teníamos el ok para salir, una lluvia de aplausos se abrió paso por los pasillos del avión. De todos modos, no la íbamos a tener tan fácil. Durante el rodaje, dimos la vuelta completa a todo el aeropuerto, lo que tomó su tiempo. Pude divisar la fila de tráfico que teníamos por delante, cerré los ojos y me armé de paciencia. Me hago el víctima porque es gratis, pero en realidad desde mi ventanilla estaba entretenido viendo la variedad de aeronaves estacionadas y en movimiento. Tuve un momento airliners.net y creí haber visto un ejemplar de cada aerolínea en el mundo, pero inmediatamente me negué a mi mismo. No, la cacería no terminó. Me debo MUCHOS viajes para verlas a todas.

 Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en el aire. Ascenso suave, con una hermosa vista de Long Island. Giro hacia el sur y nos adentramos en el Atlántico Norte.

 No puedo relatar muchos aspectos del vuelo, considerando que no tuvo sobresaltos. Sin turbulencias ni eventos inesperados, se sirvió una ronda de bebidas de cortesía; mi elección fue una Coca Cola con una rodaja de limón. Por otro lado, quienes lo así lo querían, podían pedir algo del menú de pago. Por ejemplo, queso y frutas, galletitas, snacks con humus o sandwichs gourmet. Como ya muchos saben, nadie mira a nadie de mal modo si saca comida comprada en el aeropuerto durante el vuelo. 

 Luego de encaminarnos al sur durante casi tres horas y media, comenzamos a descender hacia la tierra del sol, las naranjas y las chicas latinas. A diferencia de lo que esperaba, la aproximación no se realizó por encima de South Beach, sino que el avión entró a la península a la altura de West Palm Beach y se dirigió hacia el oeste, para luego entrar por la zona de Fountainebleau. Ah, ¿no me creen? Acá tienen...



 El desembarque fue ligero, ya que mucha gente se quedó en el avión esperando por su siguiente vuelo. Por mi parte, esperé a que se descongestione el pasillo y salí del avión. Ni bien puse un pie en la manga, una bocanada de aire caliente invadió mi cuerpo. Tuve que recorrer un amplio trecho hasta la zona de baggage claim, bien señalizada por carteles luminosos. Mientras caminaba, observaba los pasajeros en tránsito y no pude más que reconfirmar el posicionamiento del aeropuerto de Miami como puerta de entrada a los Estados Unidos para Latinoamérica. LIMA-QUITO-BOGOTÁ-CARACAS-BRASILIA eran algunos de los destinos escritos en los televisores junto a las puertas de embarque. Dentro de algunos días vería uno donde figurará el siguiente destino: BUENOS AIRES. 

 Bajé por una escalera mecánica y a mi derecha encontré la cinta que traía el equipaje del vuelo 221. Pero antes que eso encontré a las 3 personas que me estaban esperando con un cartel que tenía mi apellido escrito con múltiples colores. Abrazo, beso y medalla. Hablamos un poco y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba mi valija dando vueltas en el carrousel. 

 Salimos hacia el estacionamiento. Puteadas porque no se acordaban dónde dejaron el auto. Puteadas porque no se acordaban qué auto habían alquilado. Risas porque nadie tiene memoria. Risas porque nos acordamos que mi vieja pronunció "Oio" al leer "Ohio". Volvió a reunirse la familia. Fue por eso que esa noche, aún estando muy cansados, celebramos el habernos vuelto a encontrar. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Si te gusta Friends... (y siempre hay algo más)



 Ser cholulo es una característica inherente a todos los seres humanos. Todos lo somos. En mayor o menor medida, cuando vemos pasar cerca nuestro alguna personalidad famosa, o sabemos que algo que estamos viendo tiene que ver con estas personas. Pueden quedarse tranquilos, yo no soy la excepción a esta regla. Es por eso que cuando nos bajamos en la estación 14 st. de la línea número 1 de subterráneo, no pude evitar sentirme emocionado. Al llegar a la intersección de las calles Bedford y Grove, nos detuvimos a observar las cuatro esquinas y la alegría se dibujó en mi rostro. Habíamos llegado al edificio donde estaban los departamentos de Mónica y Chandler y Joey.




Lo más curioso de este hito es que nunca sucedió nada aquí. Friends, como la gran mayoría de las series norteamericanas, tuvo su rodaje en un gran estudio cerrado en California. Por algún extraño motivo, los productores decidieron que esta locación real sea el lugar donde transcurriría la vida privada de algunos personajes de la serie.
No quedan dudas que estuvo muy bien elegido, porque como verán en otras fotos, Greenwich Village se trata de un barrio con características netamente newyorkers. Está atravesado por callejones, repleto de patios ajardinados y los porches de los edificios son realmente de película. Tiene un estilo muy bohemio, de escritores y artistas. Con bastante vida juvenil, dada cercanía con la New York University. Se anima por las noches con cafés que abren hasta altas horas de la mañana y clubes musicales.


Si, estamos en Greenwich Village.


Como esto se trata solamente de una parada tomar unas fotos y recordar los momentos memorables de la serie, propongo seguir adelante. Si seguimos por Grove st. en sentido este, llegaremos a la intersección con la 7th. Av S. Debemos cruzarla para tomar Washington pl., la cual nos dejará en la entrada del Washington Square Park.
Se trata, en mi opinión, de un lugar que merece nuestra atención. Este parque, antes cementerio principal de la isla de Manhattan, es un espacio abierto, que abre sus fronteras tanto a visitantes como a locales. Los puntos emblemáticos son la gran fuente central y el arco de mármol, asimismo cuenta con un gran área de juegos para niños, un sinfín de ardillas dispuestas a acercarse a cambio de algunas semillas y un gran número de cámaras de vigilancia a cargo del Departamento de Policía de Nueva York. Dicha combinación convierte este predio en un gran lugar para almorzar, caminar un rato o simplemente echarse al pasto. A la evidencia me remito.


La fuente y el arco George Washington al fondo.

A continuación, siguiendo las fuerzas turísticas que actúan sobre nosotros, lo más lógico sería desplazarse en dirección sur, ya que el parque está bastante cerca (siempre considerando el metro como una tijera de distancias) del 9/11 memorial, hito imperdible al recorrer esta zona de la isla. De todos modos, para eso tendrán que esperar un próximo viaje a Nueva York, ya que el siguiente post va a relatar el vuelo entre JFK y MIA, que también podrán encontrarlo en el foro aeropuertos arg. 
Bon voyage.



lunes, 16 de septiembre de 2013

No todo tiempo pasado fue mejor: High Line Park.


Creo que los must de New York ya son bien conocidos. La estatua de la libertad, el Central Park y el Empire State Building son ejemplos de lugares inevitables si estamos de visita en esta ciudad - si bien debo declarar que, en mi caso, no visité la totalidad de estos obligados-. Hay miles de sitios muy interesantes y que por distintos motivos escapan de los circuitos turísticos tradicionales. Es por eso que decidí escribir sobre un paseo distinto pero lleno de encanto. Es el turno de hablar sobre el High Line Park.

Se trata de un parque elevado con una longitud de 1,6 km., emplazado sobre un segmento de lo que en el pasado fueron las vías del hoy extinto New York Center Railroad, el cual dejó de circular en el 1980. Inspirado en el Promenade plantée de Paris, el High Line fue inaugurado en el 2009, gracias a los esfuerzos de la agrupación Amigos del High Line. El parque se extiende desde Gansevoort Street (a la altura del barrio Meatpacking District) hasta la 30st Street, en el barrio de Chelsea. ,

high-line-context-map

Mapa del recorrido.

El parque permanece abierto desde las 7am hasta las 10 pm. Cuenta con 9 accesos a lo largo de su extensión, de los cuales 4 son accesibles para discapacitados. Esto nos permite integrarnos o abandonar el recorrido en el momento que lo prefiramos. 
La flora del parque crece por sobre las vías muertas, otorgando un aspecto que oscila entre salvaje y cuidado. Al caminar por sobre el sendero de concreto, podemos encontrarnos con inesperadas vistas del río Hudson, el cual corre en paralelo a toda la extensión del parque.



Como cualquier atracción turística, el High Line valorizó las propiedades lindantes, que se intercalan entre oficinas corporativas y viviendas. Asimismo, varios de los muros que que dan al parque fueron intervenidos por artistas, agregándole un poco de color al estilo de construcción tradicional del barrio de Chelsea.



Sería imposible decir que este recorrido forma parte de la ciudad de New York si ningún director de serie o película eligió sus inmediaciones para grabar aunque sea una escena. La mañana en que lo visité, vi como hacían una producción fotográfica, pero el High Line formó parte de las locaciones de la película Soy Leyenda, así como también apareció en múltiples ocasiones en la serie Girls, transmitida por HBO.

Caminando me encontré con esto...

Si elegimos ingresar al parque por la entrada de Gansevoort St., podremos atravesar por una amplia zona cubierta, donde están alojados distintos puestos de comida y otros tantos de regalos. Es muy normal, si asistimos durante el horario del almuerzo, ver mucha gente comiendo algo ligero sentada al sol, ya que resulta un escape rápido de la vibración de una ciudad que nunca deja de moverse. 


Y para certificar mi presencia...

Por supuesto, al tratarse de un parque público, el acceso es totalmente gratuito.
Pese a ser un lugar de bastante tránsito de gente, resulta ser el parque con menor índice de robos y hurtos. La mayoría de las multas que se expiden son a causa de infracciones menores, tal como circular en bicicleta o pasear perros. Este gran dato puede ser atribuido al hecho de la excelente vista que se tiene del parque desde los edificios lindantes al mismo. Como escribió un columnista del New York Times, "los parques vacíos son peligrosos, pero virtualmente nunca te encuentras solo en el High Line Park".

viernes, 13 de septiembre de 2013

De Buenos Aires a Nueva York por American Airlines.

Luego de haber viajado este verano a Estados Unidos y haber visitado Miami y Key West, tuve la dicha de volver al norte del continente. Pero esta vez era especial, ya que iba a ser mi primera vez solo. Tengo 22 años y siempre viajé con mis viejos, y si bien nunca la pasé mal (al contrario, siempre tenemos buenas vacaciones), hacía tiempo venía con muchas ganas de ir por las mías. Conocer gente nueva, hospedarme en un hostel, en fin, salir al mundo. De movida mis viejos me dieron su visto bueno y, aún cuando dudaba, me animaron a hacerlo. Es por eso que quiero agradecerles públicamente; no solo por financiarme, sino por el apoyo moral. 
La razón de la elección de American radica en el precio. Frente a otras opciones, era la más económica. Otras veces tuve la oportunidad de viajar por esta aerolínea y debo decir que quedé satisfecho con la relación precio-calidad. Cumplen con lo que prometen.

Esta vez, mi destino (al menos en un principio), no estaría en el Sunshine state, sino que se trataba de un sueño que quise cumplir desde que tengo uso de razón. Es por eso que el vuelo AA 954, que partiría a las 20:10 de la ciudad de Buenos Aires, me trasladaría al aeropuerto internacional John Fitzgerald Kennedy de la ciudad de Nueva York.

Teniendo en cuenta el horario de salida del vuelo, le pedí a mi viejo que salgamos de casa a eso de las 17:00. Vivimos en Bernal y, considerando que viajaríamos por autopista, el recorrido sería rápido. ERROR. Los clásicos embotellamientos de la tarde en la autopista 25 de Mayo y Richieri nos demoraron bastante, sumado al encendido de la luz de advertencia del tanque de combustible del auto. Tuvimos que parar a cargar nafta en la YPF que está sobre la autopista, justo frente al Mercado Central. Ahí nos demoramos 25 minutos. Pueden imaginarse que los nervios se estaban apoderando de mí. Pero una vez de vuelta en la autopista, me relajé al mirar hacia mi izquierda y ver la plataforma del aeropuerto, con las primeras luces encendidas. Esa sensación de felicidad que te recorre el cuerpo, esa sensación que para la mayoría no existe, esa sensación que nos convoca a leer este foro.

En una maniobra que podría haber sido tranquilamente extraída del manual de operaciones del SWAT, me bajé del auto, saqué la valija y se la di a mi vieja para que la mande a encintar, mientras yo me ocuparía del check in. Mi viejo fue a estacionar. Miré la hora en el reloj que está fuera de la terminal A. Eran las 19:20. Me dirigí al área de self-check in. Se me acercó una muchacha que me dijo "si llegabas diez minutos más tarde no subías, ¿eh?". Eso me dió cierto alivio, al saber que tenía mi lugar asegurado en el vuelo. Me ayudó con las formalidades y en cuestión de minutos ya tenía listo mi boarding pass. Conseguí mi equipaje y fuí a hacer el baggage drop. Preguntas de rutina, todo respondido con monosílabos. 

"Gracias, nos vemos en algunos días" les dije a mis viejos y a mi hermano. Abrazo, beso y medalla. Me di vuelta y saludé nuevamente. Ahora era yo contra todo el mundo. Cuando volví a darme vuelta, toda mi familia ya se había ido: mi viaje estaba por comenzar.

Hice el primer chequeo de seguridad con rapidez. El drama lo iba a tener en migraciones, donde una eterna fila se enroscaba por todo el pasillo cual serpiente amazónica. Es claro que es una hora de tránsito intenso en cuanto a las salidas del aeropuerto, ya que la mayoría de los vuelos que parten a Estados Unidos lo hacen en ese horario. A favor, tengo que decir que la mayoría de los box estaban en uso, pero debemos considerar que por lo general suelen demorarse con los grupos familiares. Destaco que los empleados tienen muy buen trato con el usuario.

Considerando que todavía tenía 15 minutos antes que comience el embarque, fuí a chusmear el Free Shop. Mentira. Fuí a mirar a las promotoras de perfumes del Free Shop. Las cosas como son. En general, los precios de los perfumes estan bien, pero el precio de las prendas desentona escandalosamente. También quise llevarme un dulce recuerdo de mi país y fuí al kiosco a comprar un alfajor. Miré, miré y me decidí por el bon o bon simple de chocolate blanco. ¿Qué mas contarles que la expresión de mi cara cuando me dijeron"$10"? Ok, él no tiene la culpa, pero me parece EXCESIVO el precio por un alfajor. Entiendo que es un aeropuerto, pero no es justo.

Con mi recuerdito en el bolsillo de la mochila, comencé a hacer la fila del vuelo. Bastante ordenado, primero First, Business, pasajeros con prioridad y requerimentos especiales. Por último, nosotros, el pueblo.
Tuve un último chequeo de seguridad pasado el scan de los boarding pass y antes de acceder a la manga. Fue al azar, revisaron mi equipaje de mano y me pidieron que me quite las zapatillas. Perdón te pido, si estás leyendo, muchacho de seguridad. 

Cuando voy por la manga me gusta caminar despacio. Este es el momento donde culmina esa cuenta regresiva que empecé hace tantos días. Escucho con atención mis pasos. Me acerco al avión y le doy dos golpecitos al fuselaje. Está frío. Muestro mi boarding pass y me indican en un dudoso español que siga por el primer pasillo hasta el fondo. No era tan al fondo el 27A.
Una vez que encuentro mi asiento, me llevo una agradable sorpresa. La manta y almohada que nos habían dejado era de alguna clase superior, ya que su tamaño, por ende, comodidad, era mucho mayor que las que suelen ofrecer en clase turista. Me senté, dejé mi mochila al costado del asiento y levanté el cover de la ventanilla. Secuencia obligada si las hay.
El pitch me resultó cómodo, ya que no soy muy alto. De todos modos, el mejor espacio entre piernas lo tuve a la vuelta. Pronto sabrán por qué. 

El carreteo fue suave. El capitán se presentó a si mismo y a la tripulación basada en Nueva York. Nos informó las condiciones del vuelo. Sería tranquilo, sin turbulencias previstas. Estaríamos sobre las nubes durante un poco más de 10 horas, a una altura de 40.000 pies y casi a 480 nudos. Sobrevolaríamos el norte argentino, Bolivia, Brasil y Venezuela. Nos internaríamos en el mar Caribe y volveríamos a pasar por encima de tierra firme solo en República Dominicana. El continente aparecería una vez que nos lleguemos al estado de Nueva York. Clarito.

El despegue no tuvo mayores incidencias. El Boeing 777-223ER hace ruidos extraños cuando se sacude, que me imagino que serán los overhead bin, covers de ventanillas o algo así. El avión giró de forma cerrada y cuando volví a mirar por la ventanilla, estábamos sobrevolando Ezeiza. Minutos después del despegue, las TCP repartieron auriculares para que los pasajeros que no contaran con los suyos pudieran disfrutar del AVOD. De eso hablaremos ahora.

Creo necesario hacer un párrafo aparte para el entretenimiento que ofrece a bordo American. Las revistas American Way y Nexos (su par en español y portugués) tienen entrevistas a personalidades interesantes. Mi única objeción es la abundancia de publicidad, pero no puedo culparlos. Por otro lado, el sistema AVOD merece una mención. Si bien es cierto que la interfaz resulta algo obsoleta, el contenido es brillante. Los canales musicales satisfacen todos los gustos, e inclusive hay un canal que reproduce charlas y conferencias sobre liderazgo, destinada a ejecutivos. Para los que me preguntaron en privado; no, no lo escuché.

Estoy en condiciones de elevar una queja formal American, considerando la desilusión que me provocó no haber tenido un primer servicio de snack y bebidas. Este verano volé a Miami y nos sirvieron, previo al almuerzo, un paquete que contenía con un mix de pretzels y triángulos de sésamo que, al acompañarlos con una cerveza, nos da un buen acercamiento a la idea de "paraíso". Pero no, esta vez no los tuve. De todos modos, la venganza ya iba a llegar en el viaje de vuelta. Pronto les contaré por qué.

El avión ya había alcanzado su altitud crucero y todo parecía calmo, cuando un olor a comida caliente empezó a inundar los pasillos del avión. Este es el momento en que todos los pasajeros, sin coordinar los movimientos, comienzan a girar su cabeza en dirección al galley. No me pregunten por qué, pero si hay una pareja y ven que las TCP van con su carrito lleno hacia el frente del avión, se miran y sonríen, como diciendo "si, ahora si vamos a comer...". Cosas que pasan.
La opción de cena para esa noche consistía en pollo o carne. Elegí carne, que estaba cocida en una especie de salsa strognoff o símil, y llevaba un acompañamiento de arroz con brócoli y zanahorias. Considerando que era comida de avión, estaba bastante bien. Tierno y sabroso. Sea cual sea la opción deseada, incluía un paquete de galletitas tipo crackers, un bollo de pan frío como culo de minero, manteca, queso crema, una ensalada con un aderezo tipo italiano y el postre, que era un paquete de las gloriosas ChipsAhooy(es la versión original de las Pepitos, solo que un poco mas húmedas). Cabe destacar la amplia selección de bebidas ofrecidas: amén de la práctica botella de agua (que sirve para todo el vuelo), se puede elegir entre agua con gas, jugos de naranja o manzana, gaseosas de línea Coca Cola, Pepsi, jugo de tomate Motts, Ginger Ale, Sierra Mist, Dr. Pepper, vino tinto o blanco y mucho más. En ese aspecto, creo que los muchachos de AA hacen bien las cosas.

Luego de cenar y ver los dos capítulos disponibles de The Office, me dispuse a dormir. Dado que estaba bastante cómodo, dormí largo y tendido durante todo el vuelo. Solo me desperté cruzando Venezuela pero rápidamente volví a dormirme. No abrí los ojos hasta unos minutos antes del desayuno.

Una vez despierto, me paré para estirar las piernas e ir al baño. Al acercarme al galley trasero, pude ver a las TCP en acción, mientras charlaban y hacían su trabajo. Rápidamente un profundo olor a masa horneándose inundó la cabina de pasajeros y esa fue mi señal para correr a tomar el desayuno. Yo sé que muchos desprecian el croissant que sirve AA, pero a mi me resulta muy rico. En este caso, venía acompañado de manteca, mermelada de frambuesa, un jugo de naranja individual y una pequeña ensalada de frutas, aparte de tu elección de infusión. Las TCP pasaron a retirar las retirar las tablas de desayuno y al revisar el mapa, estabamos a menos de media hora de llegar al destino.

Tal como lo habían previsto el capitán antes de aterrizar, la ciudad de Nueva York nos recibiría con lluvia ligera y unos 22ºC. La aproximación se hizo atravesando una densa capa de nubes. Para que puedan darse una idea, pude divisar tierra solo entre los 250 y 300 metros de altura. Una lluvia de aplausos sorprendió a los pilotos, sello original de cada grupo de pasajeros argentinos suelto por el mundo. Cosas que nos identifican. 

El rodaje hasta nuestra posición en la terminal 8 fue largo. Una vez que el avión se detuvo por completo, los pasajeros comenzaron a sufrir lo que yo llamo el "síndrome del culo caliente", que es una enfermedad que no les permite quedarse en sus asientos y los obliga a querer dejar el avión, cuando ni siquiera se han abierto sus puertas. Ser paciente tuvo su premio. Mientras que la gran mayoría de los pasajeros se había retirado, le pregunté a una TCP si podía llevarme un amenity kit, a lo que ella respondió que si y me agradeció por preguntar. Eso demuestra que es muy normal que los pasajeros se los lleven sin ni siquiera preguntar.




Ya estaba en suelo americano. No podía esperar para salir a recorrer la Gran Manzana, pero para eso debía esperar. No tanto como creía, ya que los trámites migratorios fueron rápidos -y con una muy buena atención de parte de la agente de seguridad que me tocó- y el baggage claim me esperaba con mi equipaje acomodado y custodiado. Punto para KJFK. La reseña de este aeropuerto, en el próximo reporte.

El transporte hacia la ciudad es sencillo. En mi caso, tomé el Air Shuttle hacia Jamaica Station. Ese trayecto cuesta alrededor de u$s 2. Luego, realicé la conexión al Long Island Railroad, que conecta la ciudad de Nueva York con Long Island. El costo es de unos u$s 8 y, si bien es caro, creo que el servicio en sumatoria resulta muy satisfactorio. Pero el reporte de Nueva York, incluyendo su transporte, vida y ritmo, quedará para otra oportunidad.

Como dicen en airliners.com "feedback is always appreciated"
Yo digo "comenten que nadie les va a cobrar y me gusta que lo hagan" 

Gustavo G.