miércoles, 16 de octubre de 2013

Miami-Buenos Aires por American Airlines


 Ante todo, muchas gracias por los mensajes en el post anterior, donde escribí la crónica entre NY y MIA por AA. En esta ocasión, voy a contarles una historia de desarraigo, de vuelta a la vida cotidiana, auspiciada por American Airlines.  :cry:
 Lamento no tener fotos del vuelo, ya que la cámara estuvo en manos de mi viejo (en realidad, en la mochila que llevaba él). Pero de todos modos decidí mostrarles algunas fotos del destino, ya que quiero que vean algunas instantáneas de lo que fue el viaje desde mi perspectiva.



Oh si, este es el complejo donde estuvimos alojados. En realidad, no es en Miami, sino en Hallandale Beach. De hecho, está mucho más cerca de Fort Lauderdale que de Miami. Tal vez sea por eso que es la segunda vez que mis viejos lo eligen para hospedarnos - nada de quilombo, playas anchas y familiares y ambiente argentino-. Está ubicado a 30 minutos de South Beach, la cual se accede viajando directo por la A1A, que es la avenida sobre la cual está emplazada The Tides, el complejo elegido. Quienes quieran data, me avisan.



 Así se veía desde nuestro apartamento. A pesar que es muy cómodo el lugar, el punto en contra que encontramos las dos veces que estuvimos es que, como estaban construyendo otro complejo en el terreno adyacente, había ruido a construcción desde la mañana hasta las 16:00 hs. Pero supongo que, dado que ya tenían casi lista la obra, los próximos inquilinos no tendrán este problema.

 Un poco de gastronomía autóctona 



 Algo liviano en Denny's (muy recomendable)

 

 Combo de Sbarro en Sawgrass Mills (excelente la pasta con ricota y queso, voy a intentarlo en casa)

 

 Es obligatorio caminar un rato por Ocean Drive durante el atardecer.

 

 Y ya que estamos, también por Española Way - o como está escrito en los carteles, Espanola Way-

 Basta de fotos por ahora. El día de la vuelta había llegado y empezó la nostalgia. "Quedémonos un rato más en la playa" dijo mi vieja. Bendecimos haber seleccionado el vuelo 931, que dejaría tierras gringas a las 23:55. Para colmo,es fija  el día en que hay que partir, el sol raja la tierra y dan ganas de nunca más irse de la playa. Pero la vida es así. Fea.  :jejeje:
 Por suerte, una vez que colocamos el equipaje en el auto, una lluvia al estilo Florida nos dio la despedida. Diez minutos en los que parecía que estábamos atravesando las cataratas del Iguazú en auto. No hay limpiaparabrisas que aguante, no se ve nada y hay que aminorar la marcha para viajar seguros. ¡Ay!¡qué nostalgia me da solo de pensar en autopistas de infinitos carriles!.
 Llegamos alrededor de las 20:30 hs. al Car rental return, donde luego de la inspección del vehículo nos trasladamos en monoriel hasta el aeropuerto. Una hermosa vista de la zona de cargas se vio durante todo el trayecto. Cuando ves un área de miles de metros con aviones de carga, es imposible ponerse a pensar qué representa Miami para la economía del país, pero más precisamente para la economía latinoamericana. Basta con pispear un poco FlightRadar para ver la cantidad de aviones que conectan cargas entre Latinoamérica y Miami a diario.

 

 Siempre, y cuando digo "siempre", quiero decir SIEMPRE, al llegar al aeropuerto que sea, necesito mirar la pantalla de vuelos. Necesito leer "en hora" u "on time", quiero estar tranquilo. Lamentablemente tranquilo. En el fondo espero un "delayed" o "check with the company", con la esperanza de poder negociar un día más por sobreventa o lo que sea. Nunca me pasó, necesito un golpe de suerte.

 Así es como Miami nos estaba diciendo "hasta pronto". Porque es imposible despedirse definitivamente y para siempre de esta ciudad. Con sus incoherencias, con su olor a mojado y el sol asesino, con sus mujeres e inclusive hasta con sus taxistas. Perdón, no puedo evitar ponerme nostálgico  :jejeje:

 Como sea, ya estabamos de vuelta en el aeropuerto. Las zonas públicas son un poco frías. Pese a ser una hora de tránsito, el área de check in de American Airlines, da la impresión de estar semivacío. De todos modos, nunca falta cerca tuyo el par de patrulleros con su perro dando vuelta orgullosamente. El check in fue rápido, ya que hay una innumerable cantidad de máquinas disponibles, así como asistentes, pero quien les habla ya es ávido y canchero en la materia y no necesitó de la ayuda de nadie para hacer el proceso para 4 personas. Mejor, tuve la chance de conseguir un asiento mejor, es decir, el 41C. Esto significaba una mejora respecto a lo que pude elegir en el proceso de compra, ya que mi lugar original era en la fila 41E. Sin ventanilla, si, pero ahora estaba junto al pasillo.  :risa:

 Luego del usual despacho de equipaje, previo encintado del mismo por motivos de seguridad, procedimos a hacer el chequeo de seguridad. Por algunos instantes, chau zapatos, chau billetera, chau celular y chau risa. Momento serio si los hay, me transformo en un ente sin sentimientos para ser scaneado por la gran máquina que exige que levantemos nuestros brazos. Tras el ok, retiramos nuestras cosas y procedimos a la terminal.

 Como había mencionado en mi post anterior, pasear un rato por el aeropuerto de Miami obliga a pensar sobre su colocación respecto a Latinoamérica. Vuelos parten y llegan, durante todo el día, de los puntos más extremos del continente. Basta con caminar por la terminal "D" -la cual utiliza American Airlines- para sumergirse en la zona más latina de la región: en pocos lugares vamos a poder encontrar juntos a tantos peruanos, brasileros, chilenos, argentinos, colombianos o mexicanos, por solo citar algunos ejemplos. Es algo que siempre me inquietó. Como alguna vez Ricky Maravilla se preguntó qué tendrá el petiso, yo me pregunto qué tendrá Miami. Bueno, dejemos el costado filosófico-popular y volvamos a lo importante. ¡Claro! ¡La cena! Esta vez, ocurrió en Villa Pizza, donde ahogamos penas en una porción, en mi caso, de Meat Lovers. Con gaseosa, el precio fue de alrededor de u$s 6. Caro, considerando que la pizza no estaba rica.

 Luego de caminar un poco, dimos con el horario de embarque y todo en su lugar. Avión y pasajeros, esperando encontrarse. Dato de color: como me gusta embarcar último, tuve la dicha (¿?) de ver de cerquita a Luciana Salazar, con quien compartiría el vuelo, no la sección. A mi criterio, asusta una mujer con piernas tan finitas y panza tan transparente. Estuve a punto de pedirle a los de mantenimiento que bajen la potencia del aire acondicionado porque en un momento me dio miedo que quede estampada contra un ventanal. Por otro lado, se sumaba otra medida de seguridad al avión. En caso de tener que acuatizar por emergencia, teníamos la certeza que saldríamos a flote en un santiamén. Se los firmo donde quieran. Por si Luciana está leyendo esto, le pido que no se desanime. Para mi, está más que aprobada.  :wi:

Con mucha tristeza, embarcamos lentamente y arribamos al 777-200 que nos llevaría de vuelta a Buenos Aires. La tripulación argentina nos dio la bienvenida y señaló el camino a nuestros asientos. Tras atravesar todo el largo del avión, llegué al 41C, donde me esperaba una almohada y manta de tamaño regular. A mi lado, una jovencita que se durmió al toque después de la cena. Como yo.

El carreteo y despegue transcurrió con normalidad. El ascenso fue rápido e inmediatamente nos encaminamos al sur, atravesando las Bahamas. Mientras tanto, la tripulación repartió auriculares. Uno de los miembros, de muy buen humor, los repartía a los más jóvenes como si se tratara de pelotas de basquetball, es decir, emulaba los tiros de Kobe Bryant mientras se reía y charlaba con los pasajeros. Eso parece una pavada, pero es lindo que te traten con buena onda, un poco alejado de las formalidades.
El sistema de entretenimiento a bordo fue el mismo que en la ida. Películas, playlists varios y juegos para cada asiento, amén de las ya mencionadas revistas American Way y Nexos.
Una hora luego del despegue, la cena se hizo presente. "¿Ravioli or chicken?", decía el tripulante que recorría el pasillo junto a su compañera, repartiendo bandejas por doquier. Elegí el pollo, que venía con arroz y algunos vegetales. Estuvo bien, aunque no lo terminé ya que no tenía mucha hambre. Ensalada mixta con aderezo italiano, pan, galletitas, brownie como postre, manteca y queso completaban el ofrecimiento de la noche. Amén de la dichosa botella de agua y la elección de bebida.

 Hablemos del pitch: en mi caso, excelente. Al ser la fila 41 la que consta de 4 asientos en  vez de 5, tenía más espacio para estirar las piernas. La pantalla era plegable y tuve la dicha de no tener acompañante a mi lado derecho, así que coincidimos, con la muchacha que estaba en mi fila, compartir el asiento libre para dejar nuestras mochilas y estirarnos en paz. Dormí como un animal. 

Desperté ya en territorio argentino, junto al dulce aroma del crossaint caliente. Pasada por el baño, lavada de cara y a esperar el desayuno. Café con leche, medialuna, mermelada, manteca y un yogurth de arándanos era el servicio de esta mañana. Pasaron a retirar los desechos y luego con las urnas de UNICEF, organización con la que comparten un programa de donaciones. No vi a nadie colaborar. 
Antes de aterrizar, pasé por el galley, donde encontré una caja LLENA de Snacks -pretzels, almendras y triángulos de sésamo- para servirse. Como ya había pasado el desayuno, me dió verguenza agarrar frente a la tripulación, por lo que pedí permiso, me dijeron que "está todo bien" y me llevé dos bolsitas. Todavía conservo una, que la voy a reventar cuando haga calor junto a una buena cerveza. 

El aterrizaje fue suave y a tiempo. Antes de desalojar el avión, volvió el mangazo. Le pregunté a mi tripulante amigo si había chances de llevarme algún amenity kit. Tan copado fue que me ayudó a revisar entre los asientos de Bussines, y como no encontramos ninguno, fue a buscar uno en el galley, que me lo entregó en mano con una sonrisa, mientras me despedía. Insisto, son gestos copados que hacen a las tripulaciones. Le dan valor agregado a la empresa. 

Migraciones en Ezeiza fue rápido, pero control aduanero fue un suplicio. Colas de varios metros avanzaban lentamente. Rostros nerviosos, de familias que vienen hasta las pelotas con las valijas y rezan por que no les pidan que abran el bolso. Esta vez no nos pidieron que abramos las valijas: trajimos, lógicamente, ropa y algunos artículos electrónicos que no superaban el monto, por lo que no hubo dramas.
El drama  fue volver a la vida cotidiana, pero eso es otro tema. En lo que respecta a volar, como siempre, fue todo un placer.

No hay comentarios: