jueves, 19 de septiembre de 2013

Reporte de vuelo New York-Miami


 Tuve una de las semanas más vertiginosas de mi vida. Tal vez sólo comparables a mi bien recordado viaje de egresados, tal vez sin tanto torrente etílico corriendo por delante de mis ojos (y por el interior de mi garganta). Pero todo lo que comienza, de algún modo u otro tiene que acabar. Un buen amigo que conocí en el hostel,vino a buscarme junto a otros muchachos para salir a recorrer el sur de la isla. Mi intención era pasar la última mañana que me quedaba en el hostel, relajado y leyendo algo. Cuando le comenté mi idea, su cara se desfiguró y me hizo entender que era un imbécil. ¡Y cuánta razón tenía! Con nada de esfuerzo, logró torcer mi idea inicial.

Esta entrada de mi blog es la reseña del último paseo que hice por Nueva York:

http://ggerrtner.blogspot.com.ar/2013/09/no-todo-tiempo-pasado-fue-mejor-high.html


Como estaba en el High Line Park (si leyeron mi último post, sabrán a qué zona de la ciudad me refiero, y sino TAREA PARA CASA), tenía que volver hacia el hostel para retirar mi equipaje, esto es, en el Upper West Side.
Me tomó tan solo media hora viajar desde el sur de la ciudad hasta la zona noroeste. Es destacable la red de subterráneos que han armado: salen todos los trenes con regularidad, son limpios, están en buen estado y, tal vez lo más importante, tienen aire acondicionado. Una vez en el hostel (Hosteling International NY - gran lugar, muy recomendable por su precio y calidad-) no tuve más que retirar mi equipaje e intentar borrar de mi cara la expresión tristona. Una vez en el subte, me dí cuenta que me estaba alejando del lugar que había sido más que un hospedaje, había sido mi hogar, donde conocí gente genial. Esas personas que te da placer agregar a Facebook, por ejemplo.

 Gracias a Dios, en el subte tuve una sorpresa que me arrancó una gran sonrisa. Al vagón en que yo viajaba, se subió un trío conformado por un muchacho que tocaba la guitarra eléctrica, otro un redoblante con brushes y un moreno que tenía una voz maravillosa. Entre ellos, tocaron la canción"Build me up buttercup". Maravilloso. Me sonreí toda la canción, se me llenó el alma - aclaro que me encanta el arte callejero, apoyo mucho el talento suelto-. 

 Por si no conocen el tema del que hablo...


 Al llegar a Penn Station, realicé una combinación rápida que en cuestión de minutos me permitió estar a bordo del tren que me llevaría a Jamaica Station. Como no estaba muy seguro de haberme subido al tren correcto, comencé a mirar a mi alrededor con cierta desconfianza. Miré con poco disimulo la etiqueta del equipaje de una señora que estaba sentada frente a mi. Decía "London". Bue, no estaba tan errado. 
Como esta vez el día estaba soleado, aproveché para tomar la última instantánea mental del skyline neoyorquino, con sus rascacielos, casas bajas en los suburbios, locales de comida rápida por doquier y carteles al estilo "EL ENVÍO MÁS BARATO A LATINOAMÉRICA". Ya no sentía tanta tristeza por partir, ese sentimiento se había transformado en el punto de partida para acumular ganas de volver. Y mientras escribo este reporte, puedo asegurar que las acciones de este sentimiento están en franco ascenso. 

Al llegar a Jamaica Station, combiné con el AirTrain. Tomé dimensión que estaba llegando a uno de los aeropuertos más importantes del mundo al estar a cientos metros de las terminales y ya poder ver pistas, hangares y aviones estacionados. Nuevamente ese sentimiento. Ustedes saben...
Al llegar a la terminal 8, no tuve más que seguir a un TCP de AA, que según escuché, su próximo vuelo era a Madrid. Tuvo la amabilidad de desearle una buena estadía a su par femenino, que se dirigía a Los Ángeles. 

Tengo la manía de apenas llego al aeropuerto, verificar que mi vuelo se halle en horario. Es por eso que me dediqué a rastrear mi vuelo en las pantallas del aeropuerto JFK. Vuelo 221 de American Airlines, con destino a Miami Intl., sale a las 17:25 y llega a las 20:45. O al menos eso decía.

Antes de hacer el check in, me dirigí a una tiendita en la que compré un candado para mi valija por la módica suma (¿?) de u$s 5. En el proceso de retirar mi equipaje, ya estando en Miami, observé que mucha gente no usa candado en los vuelos domésticos, cosa que a mi me llamó mucho la atención, porque si bien no creo que en Estados Unidos existan las mafias que operan con el equipaje en los aeropuertos, no puedo negar que la ocasión hace al ladrón, y ante el caso lo mejor es estar prevenido. Por las dudas, poniendo estaba la gansa.

Tengo que decir a favor de American que la atención al viajero que da vueltas por la terminal con cara de perdido es muy buena. Hay varios grupos de empleados de la compañía, fácilmente identificables por su llamativo blazer rojo que ante el El check in, como casi todas las veces que lo hice volando por American, lo pude hacer al estilo self check in. Esto es, en mi lenguaje propio, "vos te acercás a la pantalla, seleccionas español y ponés cara de no entender nada. Alguien se acerca y listo el pollo." Efectivamente, así fue. Luego de haber hecho mi planeada mímica frente a la pantalla touch delcheck-in, se me acercó un empleado y con mucha amabilidad me ayudó a hacer el trámite. En realidad, no es que no tenía idea, pero la forma en que se debe pasar el pasaporte por la ranura roza lo artístico, debe ser un movimiento con swing. Con style. Quiero que algún experimentado viajero se tome el atrevimiento de disentir con mi observación.  

 La inspección de seguridad fue sin sobresaltos. Esperé que durante 5 minutos y al llegar mi turno, haciendo uso de un marcado acento latino, la inspectora de seguridad me pidió que saque todo el contenido de mis bolsillos, cinto, zapatos. Eso si, la dignidad podía dejarmela puesta. Pasé por el scan de seguridad y retiré mis pertinencias nuevamente. A todo esto, ya eran como las 15:30. No les voy a mentir, tenía más hambre que el Chavo del 8.

 Caminar, caminar y caminar. Ese era mi destino. El tramo hasta la zona donde se encontraba mi puerta de embarque -43-, me resultó largo. Antes de cruzar por debajo de la plataforma, pasé a dar un vistazo a los aviones que había en ese momento. Territorio American Airlines. Aviones grandes, medianos y pequeños. Todos los livery que conocemos: desde la flecha plateada hasta el nuevo, pasando por los retro y unos cuantos Embraer que operan para American Eagle. La terminal 8 está totalmente hegemonizada por la alianza One World, es por eso que al cruzar hacia el otro lado de la terminal, pude ver un A340 de Finnair, siendo remolcado a la puerta que le habían asignado.
 El JFK me resultó muy simpático. Es muy limpio, bien señalizado y la música funcional nos traslada a Manhattan, aún estando casi a 30 km. de ella. 

 Si, no daba más del hambre. No quería caer en el recurso barato, no quería comer en los arcos dorados. Afortunadamente, no había formado parte de mi menú a lo largo de la semana y no quería cortar la racha. No es que no me guste, pero cuando tengo la chance de elegir algo distinto, ahí voy. Es por eso que, luego de haber recorrido la zona de la terminal en la que estaba estipulada la salida de mi vuelo, me decidí por Brookyln National Deli. Interesante.
 Elegí un sandwich de pollo, cheddar y jalapeño. Papas horneadas y una Coca Cola. Todo por u$s 12. Me pareció un buen precio, considerando el tamaño de las porciones y el buen sabor de la comida. Con el sandwich hubiese bastado, pero como tengo alma de gordito (creo que no es necesario que explique esa patología) decidí pedir un acompañamiento.
 Almorcé mirando la plataforma. Aviones que se van, aviones que llegan. Aviones quietos, aviones en movimiento. ¡Qué placer! Y pensar que hay gente que se mete dentro de los restaurantes del aeropuerto y se pierde ver eso. ¡Qué pecado!  Perdónalos Señor, no saben lo que hacen... 

No me había dado cuenta y faltaba media hora para partir. Caminé un rato para bajar el almuerzo y volví a la puerta 43. Como bien comentó SirChandler en uno de sus post, la gente tiene la manía de hacer la cola cuando no es necesario. Es por eso que antes de las 16:55 ya había una larga fila de viajeros ansiosos por meterse en el 757-200 que operaría esta tarde. La manía no es solo argentina, es también brasileña. Fue ahí donde me dí cuenta que el vuelo en el que embarcaría no finalizaría en Miami, sino que seguiría a Recife, capital del estado de Pernambuco. Si, en el país tropical.

 Cuando vi que mucha gente se había metido en el avión, me decidí a embarcar. Scaneo de boarding pass, sonrisa cortés y a la manga. De nuevo los pasos que resuenan. Al llegar a la puerta del avión, un empleado de la compañía estaba tomando los equipajes de mano que eran demasiado grandes y ofreciendo cargarlos en la bodega. Una señora con múltiples equipajes (e hijos) estaba totalmente negada a entregar alguno de sus bultos. Esto sacó de quicio al empleado. Finalmente, la señora tuvo que acceder. No, no mandó a ningún hijo a la bodega. Golpecito al fusejaje y de nuevo los pies dentro de un avión. Gracias pá.  

 Era la primera vez que me subía a un 757. Este en particular, a pesar de ser viejito estaba en buen estado. Esta tarde, el vuelo saldría lleno. Cabe destacar que, desde el aeropuerto Kennedy, hay 6 vuelos directos diarios a Miami. A eso debemos sumarle los que salen del aeropuerto de LaGuardia. El pitchme pareció bueno. Traté de ponerme en la piel de los pasajeros que viajarían hasta Brasil y mi evaluación del espacio entre piernas, nuevamente, fue positiva. El asiento 21A me esperó con las ya mencionadas revistas American Way y Nexos. El entretenimiento a bordo también constaría de algunos capítulos en las pantallas colocadas en el techo del avión. Diversión (¿?) para todos y todas.

 Pese a haber finalizado el embarque, el avión no salía. El capitán comunicó que una falla nos demoraría un rato. Y bueno, auriculares, ojitos cerrados y a esperar. El sol daba contra la ventanilla y, a pesar que disfruto observar la plataforma, decidí bajar el cover porque con la leve ventilación del avión no alcanzaba para mantenerme fresco. El vuelo que tenía previsto partir a las 17:25 no lo hizo hasta las 18:30. Es por eso que cuando el capitán comentó que ya teníamos el ok para salir, una lluvia de aplausos se abrió paso por los pasillos del avión. De todos modos, no la íbamos a tener tan fácil. Durante el rodaje, dimos la vuelta completa a todo el aeropuerto, lo que tomó su tiempo. Pude divisar la fila de tráfico que teníamos por delante, cerré los ojos y me armé de paciencia. Me hago el víctima porque es gratis, pero en realidad desde mi ventanilla estaba entretenido viendo la variedad de aeronaves estacionadas y en movimiento. Tuve un momento airliners.net y creí haber visto un ejemplar de cada aerolínea en el mundo, pero inmediatamente me negué a mi mismo. No, la cacería no terminó. Me debo MUCHOS viajes para verlas a todas.

 Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en el aire. Ascenso suave, con una hermosa vista de Long Island. Giro hacia el sur y nos adentramos en el Atlántico Norte.

 No puedo relatar muchos aspectos del vuelo, considerando que no tuvo sobresaltos. Sin turbulencias ni eventos inesperados, se sirvió una ronda de bebidas de cortesía; mi elección fue una Coca Cola con una rodaja de limón. Por otro lado, quienes lo así lo querían, podían pedir algo del menú de pago. Por ejemplo, queso y frutas, galletitas, snacks con humus o sandwichs gourmet. Como ya muchos saben, nadie mira a nadie de mal modo si saca comida comprada en el aeropuerto durante el vuelo. 

 Luego de encaminarnos al sur durante casi tres horas y media, comenzamos a descender hacia la tierra del sol, las naranjas y las chicas latinas. A diferencia de lo que esperaba, la aproximación no se realizó por encima de South Beach, sino que el avión entró a la península a la altura de West Palm Beach y se dirigió hacia el oeste, para luego entrar por la zona de Fountainebleau. Ah, ¿no me creen? Acá tienen...



 El desembarque fue ligero, ya que mucha gente se quedó en el avión esperando por su siguiente vuelo. Por mi parte, esperé a que se descongestione el pasillo y salí del avión. Ni bien puse un pie en la manga, una bocanada de aire caliente invadió mi cuerpo. Tuve que recorrer un amplio trecho hasta la zona de baggage claim, bien señalizada por carteles luminosos. Mientras caminaba, observaba los pasajeros en tránsito y no pude más que reconfirmar el posicionamiento del aeropuerto de Miami como puerta de entrada a los Estados Unidos para Latinoamérica. LIMA-QUITO-BOGOTÁ-CARACAS-BRASILIA eran algunos de los destinos escritos en los televisores junto a las puertas de embarque. Dentro de algunos días vería uno donde figurará el siguiente destino: BUENOS AIRES. 

 Bajé por una escalera mecánica y a mi derecha encontré la cinta que traía el equipaje del vuelo 221. Pero antes que eso encontré a las 3 personas que me estaban esperando con un cartel que tenía mi apellido escrito con múltiples colores. Abrazo, beso y medalla. Hablamos un poco y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba mi valija dando vueltas en el carrousel. 

 Salimos hacia el estacionamiento. Puteadas porque no se acordaban dónde dejaron el auto. Puteadas porque no se acordaban qué auto habían alquilado. Risas porque nadie tiene memoria. Risas porque nos acordamos que mi vieja pronunció "Oio" al leer "Ohio". Volvió a reunirse la familia. Fue por eso que esa noche, aún estando muy cansados, celebramos el habernos vuelto a encontrar. 

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