miércoles, 5 de diciembre de 2012

Floresta da Tijuca: la selva de la ciudad maravillosa

Este artículo debe leerse escuchandoPasseando - Marcelo Camelo

Ruta del paseo:


Ver Indicaciones de ruta en automóvil hacia R. Pacheco Leão en un mapa ampliado

El Parque Nacional da Tijuca comprende un verdadero paraíso al que no se necesita estar libre de pecado para entrar. Es uno de los  mejores escapes al aire libre en una ciudad caliente, que late y se mueve de día y noche y en la que el verano se vuelve sofocante. Son 33 kilómetros cuadrados de espesa vegetación, sombra, aire fresco y el sonido de varios cursos de agua que corren por algún lado, pero que no son se ven fácilmente  Lo que transforma este parque en una sucursal del mismo cielo en Rio de Janeiro es la considerable altura -siempre teniendo en cuenta que se encuentra a la vera del mar- que los caminos que lo atraviesan alcanzan en determinados tramos, permitiendo que nos encontremos, en cuestión de minutos, envueltos en corrientes de aire fresco o bien (si el día lo permite) entre las nubes.


Las lluvias al interior del parque son diarias. Tip: llevar piloto o impermeable si se recorre en bicicleta


Si bien los accesos al parque son bastantes (se puede entrar desde las zonas de Barra de Tijuca, São Conrado , Jacarepaguá, entre otros), el recorrido que propongo comienza en Tijuca. El acceso por la Rua Conde de Bomfin, atraviesa transversalmente Tijuca, barrio residencial de la zona norte de la ciudad. Lo interesante de este acceso es que durante la mañana podemos visitar el Maracanã y luego del almuerzo realizar este paseo. El camino presenta curvas y contracurvas, que anuncian que la escalada será intensa. La inclinación se vuelve cada ves mas obvia al llegar al acceso del parque por la estrada Velha de Tijuca. Árboles y vegetación propia de la Mata Atlántica se hacen presente de manera cada vez mas frecuente y la sombra se vuelve refrescante. A medida que subimos, obtenemos instantáneas de la ciudad, que se dejan ver cuando hay claros en la vegetación. El auto se mueve lentamente, y no precisamente por exceso de tránsito, sino que la gente conduce relajada: estamos entrando a otra faceta de la ciudad.

La primera parada obligada se encuentra alejándose la Rua de Boa Vista y tomando la Estrada de Cascatinha, la que conduce a la Cascatinha Taunay, una humilde cascada de unos 10 metros de altura, donde el solo sonido del agua cayendo y moviéndose a lo largo de su curso relaja por completo. Si las nubes no lo impiden, el sol se filtra entre las hojas de los árboles e ilumina la floresta. La gente se acerca, se detiene en la baranda y mira por un rato la caída del agua. Debe ser algo así como caer en un estado de desconcierto al darse cuenta que hace algunos instantes estaban sumidos en la banda de sonido de la ciudad y ahora la misma ya no se compone de bocinas, motores y sirenas, sino de agua cayendo, hojas moviéndose y pájaros silbando.


 El lugar invita a quedarse, pero queda mas para ver. Sobre este camino se halla la Capilla Mayrink y mas adelante el Centro de Visitantes, donde se puede acceder mediante charlas, proyecciones en microcine y maquetas a  la historia de este parque, la cual dicho centro la ha dividido - para facilitar su divulgación- en selva original, intervención humana y por último, constitución del parque propiamente dicho.
 Para completar este recorrido, sugiero que nos desviemos y tomemos la Estrada do Exclesoir (a la derecha en la primera bifurcación, luego del Centro de Visitantes) para poder alcanzar el Mirante do Exclesoir, un mirador privilegiado que permite una vista sensacional de la zona este y norte de la ciudad. El camino es a pie,  no requiere dificultad y toma unos 45 minutos completarlo. Caminar tranquilo a veces trae su recompensa: los coatíes y sus crías se pasean off the road con total libertad y la ausencia de ruido favorece su avistaje. Son animales amigables, por lo que nunca está de mas llevar un paquete de galletitas en la mochila.


Mirante do Exclesoir - Floresta da Tijuca

Ya dentro del barrio Alto da Boa Vista, la parada siguiente es uno de los puntos mas fuertes de la ciudad: Vista Chinesa.


Lamentablemente, la fama y renombre mundial del Corcovado y el Pan de Azúcar han robado toda la atención  y reconocimiento que se merece este punto panorámico. Siguiendo el descenso por la Estrada da Vista Chinesa, nos topamos con una incontable cantidad de ciclistas que aprovechan la pendiente para bajar en velocidad, por lo que se recomienda circular despacio. Todo este recorrido se alterna entre sombras y rayos de luz debido a la densa vegetación que recubre la estrada. El final de la misma desemboca en Vista Chinesa, que comprende un humilde pabellón de construcción oriental realizado en bambú, en homenaje a los inmigrantes chinos que trajeron el cultivo del té a Brasil durante el inicio del siglo XIX. Al atravesar el pabellón, llegamos a la plataforma del mirador - a mi criterio- mas deslumbrante de la ciudad. Se puede ver absolutamente toda la zona Sur de la ciudad, sin importar si el día está soleado o cubierto de nubes - si bien normalmente hay presencia de nubes aunque en la ciudad esté despejado-, la laguna Rodrigues de Freitas, Pan de Azúcar e inclusive el Cristo Redentor, el cual se halla ubicado a su derecha. Debido a la escasa altura en la que se encuentra este mirador (380 m.s.n.m.), la sensación de proximidad que se produce entre el visitante y la ciudad es única. La gracia se alcanza al  Ni siquiera se escucha el ruido de los autos que llegan y se van, ya que el playón de estacionamiento se encuentra a unos 100 metros del mirador. A cambio, nos propone ver y escuchar a las aves que se lanzan al aire para cruzarse a otros árboles, deshojando de un destello las copas de los mismos.

 (Por cuestiones de seguridad, es recomendable visitar la zona durante los fines de semana, ya que es la franja en la que recibe mayor afluencia turística)

                                                                                                                           

Vista Chinesa - Floresta da Tijuca

Finalmente, el descenso se realiza por la Estrada da Castorina, envuelta por la Mata Atlántica. Originalmente, la misma era una verdadera selva tropical-pluvial, pero debido al desmonte realizado para conseguir terrenos para plantar café y caña de azúcar, se perdió gran parte de la vegetación originaria. El trabajo de forestación incluyó el plantado de especies traídas de áreas vecinas, como el palmito, cedro y canela. Al terminar el camino, desembocamos en la Rua Pacheco Leao (barrio de Horto), que se encuentra también a la sombra y protección de la vegetación. Una vez que llegamos a la Rua Jardim Botánico, el panorama no es tan similar al que disfrutamos hace algunos minutos atrás. Volvemos a sentir la temperatura normal de la ciudad, las motos suben y bajan por la calle a alta velocidad y ya no sopla esa brisa refrescante a la que con tanta facilidad nos acostumbramos, pero eso no importará, ya que para esta altura ya tendremos nuestra cámara llena de fotos y nuestros cuerpos renovados y listos para continuar por la Cidade Maravilhosa.

1 comentario:

David Rivas dijo...

Ya me diste ganas de ir a visitar el lugar con la bici. Genial nota.